14 ago 2008

Definitivamente no es un sentimiendo copado

Saben qué no tiene onda? La decepción. Es un sentimiento de mierda que tiene menos sentido que el tren bala y no tiene ningún fin más que el de dejarte tirado con menos vida que una babosa cuadripléjica atada a una cama mirando Bailando por un Sueño mientras le leen el nuevo libro de Belén Francese.
Hay varias maneras de conseguir este sentimiento, y hay distintos tipos, podemos tener una decepción muy grande por algo que realmente esperábamos con muchas ansias durante un tiempo que pareció una eternidad y nunca pasó, o simplemente una muy chiquita porque no había los puchos que te gustan en el kiosquito cerca de tu casa y tenés que caminar media cuadra más. Puede ser tanto porque esperabas algo y no pasó, o puede ser porque esperabas algo y pasó otra cosa completamente distinta que, no sólo no esperabas, sino que ni siquiera la querías. Sacaste un préstamo para comprar un auto, y te remataron la casa, lo que llevó a que tu esposa te deje llevándose a los chicos, ponele.
La decepción por sí misma ya es chota, pero si encima viene acompañada de impotencia ya estamos hablando de algo más grave que la voz de Barry White. Lo que se da en la mayoría de los casos, es que al ser un sentimiento tan horrible, que hace que te muevas y te pongas a hacer algo para conseguir lo que en realidad estabas buscando, fíjense cualquier dibujito de superhéroes y se van a dar cuenta, al principio siempre el malo parece que va a ganar y nuestro superhéroe se quiere comer el culo porque lo están cagando a palos, la decepción lo invade, pero ese sentimiento es el que lo mueve a decir “NO! Debo salvar al mundo de los ninjas mutantes que comen calabaza!” y ahí nomás saca fuerzas de andá a saber dónde y se manda una tortilla de ninja. Cuando no conseguimos los puchos que queremos en el kiosquito cerca de casa, a la media cuadra que nos separa del otro kiosquito la caminamos sin pensarlo, con paja sí, pero la caminamos, no nos quedamos llorando en un rincón del primer kiosco pidiendo por nuestras mamis para que nos hagan upa y nos sintamos más seguros.
Pero en algunos casos, en esos malditos casos en los que no podés hacer nada, es donde realmente querés pegarte un tiro en cada rodilla y esperar a que la sangre fluya rápido. Hay veces que ya se intentó todo y no se pudo, hay veces que ni siquiera sabés contra qué tenés que luchar, entonces por más ganas que tengas, por más recursos con los que cuentes, no podés hacer absolutamente nada. La mezcla decepción-impotencia es más peligrosa que la de manojo de uvas-rivotril. Te deja más sedado que un cóctel de valium después del quinto polvo, pero te seda sólo el cuerpo, la cabeza sigue maquinando más que un tornero laburando horas extras, y eso realmente no tiene onda. Al final del día lo único que conseguís es un gran dolor de cabeza, que se te duerma el pie y que te confundan con parte de la decoración.
Ejemplos hay miles, tantos como personas e incluso más, ya que cada uno tiene sus propias ilusiones que pueden o no terminar en decepción, pero existe un ejemplo que, por lo menos a toda la población masculina, le pasó al menos una vez y que correspondería básicamente a lo que es la propia definición de decepción.

Decepción: Dícese de la sensación que uno siente cuando la hermosa y brillante cola que viste no corresponde con la cara de mono transformista que acabó de darse vuelta.

No esperen mucho, estoy decepcionado.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Imagino que debe ser algo parecido a lo que me pasó una vez hace muchos años. Escuchaba por la noche un programa de radio que pasaban música de aquellas románticas y bien cursis, el conductor del programa era un tipo con una voz que te meabas encima de lo romántica, grave y cachonda que era (la voz, no yo), y te lo imaginabas un hombre de pelo entrecano, de anchas espaldas, brazos protectores y profundos ojos azules. En aquel entonces no existía la poderosa internet como para poder buscar una foto de este tipo que de solo escucharlo te quitaba el sueño. Un día cualquiera escuché su voz...en la tele!!!! Atropellé lo que estaba a mi paso para plantarme frente al televisor y ver, con una infinita decepción, que el hombre de la voz cachonda que me hacía soñar pelotudeces no era otra cosa que una pálida y espantosa larva, delgadito, petiso, al que le faltaban un par de dientes y se estaba quedando medio pelado, una porquería. Su voz seguía siendo la misma, pero su imagen era como de otro planeta. Qué decepción.

Madame Mirita

Emborracharlie dijo...

ERA EL 2 DE MANDISHHHHHHHHU JAJAJAJJA

Anónimo dijo...

ajajaja. Good one.
(L)