12 feb 2008

Historias de sexo de gente poco común

Bueno, primeramente permítanme presentarme, soy el Dr. Gomaz y soy sexólogo extremo. Debo confesar que siempre fuí muy extremo para todo, fue surfer extremo, paracaidista extremo, vivo en el extremo de la cuadra (casi casi en la esquina), entre mis hobbies preferidos se encuentra por ejemplo calentar agua para el mate y apagar el fuego jussssssssto un segundo antes de que hierva el agua... El nivel de adrenalina es inigualable. Ahora, me imagino que se preguntarán qué carajo es un sexólogo extremo... Aclaro que no tiene nada que ver con lo que hace Alessandra Rampolla, ella sale en la tele, yo tengo un consultorio de mala muerte en el barrio de constitución.. Ella tiene voz sexy y femenina, yo también y les puedo decir que no es muy apreciada en hombres... Salvo por otros hombres y.. bueno, esa es otra historia.

Acá lo importante es que soy un sexólogo extremo, o sea, atiendo casos extremos, casos que nadie quiere atender, gente que si la viera la iglesia la quemaría en la hoguera por insultar al Señor con su vida. En ese tipo de casos me especializo. Le pedí a Pato un lugar acá en el blog para poder descargar algunas de mis experiencias (o todas de ser posible) para que así no me acechen en las noches, que es cuando estoy más susceptible y aparte, porque es la hora en la que más se alzan... Bueno, comencemos por el caso del día de hoy:


Caso 1: El Hombre-Perro


Roberto Can era una persona como cualquiera, como cualquiera salido de un programa de Twilight Zone. Era el mejor amigo de todos. Pero tenía un problema, le costaba tener momentos íntimos con las mujeres... Creo que el problema lo podríamos resumir en dos grandes partes. Primero, su insistencia en llamar a todas sus compañeras "Perras", éste no era un sobrenombre que gustaba mucho entre las mujeres, y menos si trabajabas en un geriátrico. Segundo, su incapacidad para contener su "calentura" (utilizo esta palabra vulgar y salvaje solo para que ustedes, que no son sexólogos, puedan entenderme mejor). Apenas veía a alguna que le llamaba siquiera un poco la atención, ahí nomás enfilaba él derechito para la pierna, se colgaba y empezaba a realizar movimientos eróticos con la pelvis (seh, como Elvis). Cuando llegó a mí en busca de ayuda, ya no le importaba nada, se trepaba a plantas, a viejas e incluso a enanos de jardín (que eran su especialidad). Luego de muchas charlas y métodos no convencionales logré encontrar una solución para esta criatura.
Como lo habían echado del geriátrico (dadas sus excesivas muestras de lujuria animal), le pasé el celular de un amigo que era dueño de una agencia poco común.
Roberto Can es ahora la estrella de la agencia "Asistencia a viejas que necesitan una buena poronga SRL" (creo que se imaginan quién fue su primer cliente).
Uh! Están tocando la puerta, debe ser mi próximo paciente. Ya les comentaré sobre él en el proximo post.
Nos vemos! (bah, espero que no, a menos que sean unos engendros con problemas sexuales, en ese caso llámenme, cobro barato y brindo total confidencialidad... salvo algún que otro post en este blog)

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